Nacido en Buenos Aires en 1944 y radicado en La Rioja desde 1987. Psicoanalista.
Ex columnista de Familia y Cultura, Diario El Independiente, La Rioja. Textos publicados en Revista Crepúsculo, Antología de Poesía y Narrativa, UPCN, 2018. La Rioja lee, Canal de Youtube, 2019.
Ha publicado el libro en CD “Ufamérides”, 2015 y “Otra vez”, Ed. Lampalagua, 2020. Antología de Taller literario LOS IMAGINEROS 1 y 2/Estantigua Editorial, 2019
Premios:
No va a venir. Son las once y veinte. Nunca fue puntual…
– Sí, otro cortado.
Ni un mensaje. ¿Se olvidó, la muy turra? ¡Cómo se va a olvidar!..
Pero tampoco puedo estar acá esperando y sin…
Doce menos veinte. ¡No! Me voy y se acabó
– ¡Mozo!
Me paro acá por Perú, como esperando el veinticuatro. Desde acá veo la entrada. Si viene, va a estar mirando para adentro, acá no me ve. Si aparece, rajo.
Minga que me descubra esperándola una hora. ¡Una hora! ¡Por favor!
Doce y diez. ¡Punto final! Me voy, a ver si encima me pierdo la clase de Penal. Es como dice Alfredo, minas hay muchas.
¿Por qué tengo que ser tan arrastrado? Alfredo la hace bien.
¡Uy! Viene hasta la manija el bondi, encima no para el tarado.
A ver si el moco me lo mandé yo. ¿Qué bar le puse? No, el mensaje está clarito, “a las once en El Federal”. Como siempre.
Alfredo es lo más. Él encara. Se para delante de la mina, estira un brazo, la agarra fuerte del hombro y le dice “vos me gustás”.
Ahí viene otro. “Hasta Lavalle y Callao.”
Sangre fría, eso me falta. Yo estoy siempre con que si le digo y se ofende. Que si no le digo y me toma por lerdo. Quién las entiende, pero Alfredo…
Esa vez que la vio a Claudia me dijo: “demasiado fina”. Algo de eso hay… en El Federal, ella del especial de pavita y la naranja exprimida no baja. Y yo un cortado.
¡Cuánta verdad! Soy un cortado. Oh, un asiento. Podría mandarle un mensajito y después lo apago. ¿Y qué le pongo? “Te olvidaste de mí”. Siempre el mismo tarado, ¿qué quiero, darle lástima? Entonces, “Perdoname Claudia, me quedé dormido. Ahora en clase.”
¡Que sufra! “Así se hace” diría Alfredo. ¿Se habrá ofendido otra vez? Qué sé yo. Eso fue una pavada. Se las da de sensible. Que cómo me decís así, eso no se le dice a una mujer. ¿Qué le puse en aquel mensaje? A ver… pero ¿qué me había dicho ella? Ah, sí, “¿nunca me vas a decir algo dulce?” y bueno, sí, ahí le puse “Che, ALGO DULCE, ¿nos vemos hoy?” ¿Qué tiene de malo? ¿Ni una bromita se banca?
¡Las taradeces que escribe ella, la muy poeta! “A un barranco pétreo, tu destino te arroja”, sí, ésa me la acuerdo de memoria. Pero a quién se le ocurre. ¡Eso es fino! ¡Eso es sensible! Y si le hago un jueguito de palabras, una broma con cariño, se ofende.
Capaz que “algo dulce” le quedó chico, como si le dijera poco dulce… A ver si el bestia fui yo. ¿Y encima le voy a decir que me quedé dormido? No. La embarro más.
¿Y si le pasó algo en serio?, qué sé yo. Me da a entender que está casada. Yo no le creo, pero a lo mejor tiene un nene, los nenes se enferman. A ver si lo tiene con fiebre y yo le vengo a decir que me dormí. No vino el viejo de Penal todavía. Bueno, le pongo “me preocupa tu ausencia, ¿estás bien?” Se va a pishar de la risa, parezco un abuelito, “¿está bien, m’hijita?”.
Más vale que Alfredo no se entere, la gastada vitalicia me tocaba.
“¿Qué te pasó, Claudia?” Sí, ahí puede andar. Uy, ahí viene el profe. Mejor. Cierro el celu y al terminar vemos.
Sí, en estas cosas más vale no apurarse.
CABA 2014, Tercer premio Concurso Los Notables
— ¿Otra vez? — dijo Luciana en un gemido, entregada a su dolor. Jeremías estaba sentado en el suelo tratando de arreglar la motito. Le había sacado la rueda delantera y miraba el mecanismo para descubrir cómo se ponía de vuelta.
La cola apoyada en las baldosas se había acostumbrado al frío. En ese momento sintió que se le contraía, sola. No era que tuviera ganas de hacer caca. La tensión vino sola (o tal vez la voz de mamá) y desde allí le fue subiendo una ola caliente recorriendo la espalda como una corriente eléctrica. Al llegar a los hombros se hizo fría y siguió hasta los pelitos de la nuca. Tuvo ganas de llorar. Sin darse cuenta arrojó con crispación la rueda de la moto que salió volando hasta esconderse debajo de la mesa de luz. Se sintió impotente y lloró. Lloró fuerte, gritando. Luciana largó el teléfono sobre la cama y se puso al lado de Jeremías.
Luciana sabe que el nene se angustia cuando a ella le sale la voz disparada desde ese lugar del cuerpo que sólo puede nombrar “alma”.
Se sentó en el borde de la cama y lo alzó a Jeremías, los dos lloraban. Entre sollozos ella dijo después te llamo y volvió a dejar el teléfono sobre la cama.
Jeremías sentía que lo mojado que tenía entre la nariz y el labio se iba poniendo frío. Por la frente le bajaba otro mojado pero tibio, de a gotas, de lágrimas, de Luciana.
Estaban juntos, abrazados. Insufrible el dolor del desamparo. Ella estaba partida. Él sentía que se caía por el abismo de esa quebradura de la madre. Caía. Caída libre de la que no podía librarse.
Ella está siempre dispuesta a dar su vida por él. Pero su vida no siempre está viva. Va y viene al compás de las borrascas que se ciernen, una y otra vez sobre su corazón.
Martín y ella son tormentosos.
Un día bailan con desenfreno al ritmo de los latidos más apasionados del amor. Al día siguiente están al borde de arrancarse las entrañas con las garras del odio y la sed de la venganza.
¿Otra vez? dijo Luciana, como tantas otras veces. Ayer habían transitado uno de los reencuentros más dichosos y más ruidosos y más ardorosos.
Hoy, a las seis de la tarde Luciana lo traía a Jeremías del jardín, a los saltitos como dos niños caminando por la vereda. Habían pasado por el súper. Habían comprado las delicias más encantadoras, porque tenían motivos para festejar. Y golosinas y jugos y champán y roquefort y helados.
Ahora, cuando faltaba poquito para las nueve, cuando la noche ya reventaba de ansiedad, cuando Luciana sentía su cuerpo dispuesto a quedar soldado en el abrazo con Martín, él llamó para avisar que su esposa le hizo una escena. Otra vez. Su ex esposa, de la que venía no separándose todo un año. La que lo retenía y extorsionaba y secuestraba con lazos que Luciana no podía descifrar pero tenía que padecer. Sabía que Martín sólo la amaba a ella, que Martín asumía de verdad la paternidad del nene, porque lo adoraba y porque Jeremías lo reconocía.
Pero ella era la otra. Cinco años hace que es la otra. Y ayer creyó que el cielo le había por fin abierto sus puertas y hoy el portazo la arrojó a los hielos eternos del infierno.
Otra vez.
¡Otra vez!
Y Jeremías ya no lloraba, pero no se movía. Cada tanto se estremecía y suspiraba. En su estupor, de pronto Luciana sintió mojado sobre los muslos.
— ¡Jere, mi amor! ¿Querías pis?… Oh, tesoro, sacate esa ropa, te preparo el baño calentito.
Y puso el tapón de la bañera y abrió el grifo de la caliente y buscó el CD que más le gusta al nene, el de la Sinfonía de los Juguetes y empezaron a sonar las campanitas y los Cu cu y lo alzó desnudito y lo llevó abrazado a la caricia del agua tibia y se miraron y sonrieron y ella cantó la música y el vacío que lo había ocupado todo, se fue eclipsando con los sonidos y los aromas y las voces y las risas…
Otra vez.
La Rioja 2017, Primer Premio Feria del Libro
Peor con esa lluviecita de anoche, dijo Rosaura frota que te frota la densa costra, blanca, sucia. Y hablaron del hedor, y de la pala, y que las viudas, y que hay Chaya para rato, y que harina se tiró siempre, pero no tanta, y cierto es…
Y por fin, Carmencita lo dijo:
¿Sabe doña Rosaura? Se dice que usted no era viuda cuando se vino para el barrio.
¡Ay Carmencita, me ahoga el silencio…!
Y sí… mi Tonio murió en prisión.
La desgracia había sido para unos carnavales.
Véngase a tomar unos mates a casa.
Hoy le cuento.
La Rioja 2019, Mención Especial, Concurso Te cuento la Chaya.
¡Ay ese aroma!
Oler harina la vida entera.
De la batea a la mesa, con la masa entre las manos regordetas, armando raspaditas. Y no las aplastés, renegaba la abuela tendiendo el mantel. ¡Guay con querer espiar…!
Y así, la vida enharinada. Harina con huevo para los fideos y harina con leche para el bizcochuelo… chinita intrusa.
Y año tras año harina con agua y albahaca. Aroma de harina al vuelo, de diablura y atrevimiento
¿Habrá otro?
Qué importa, si a este lo estoy viendo.
Aunque mis ojos ya no ven.
La Rioja 2020, 1ª Mención Especial Concurso Te cuento la Chaya