“Me llamo María Ailén Palacios, tengo 15 años y la escritura es algo fundamental en mi vida. Desde muy temprana edad me interesó todo lo relacionado con el arte; tengo un carácter fuerte y extrovertido, debido a eso, el arte es algo que me permite expresar mis emociones y un medio que utilizó también como reclamo político.”
¡Qué cosa más rara el corazón!
Se desligó de la razón, se desligó de la moral.
Sin consecuencia alguna continúo su camino, continúo su destino.
¿Pero qué has hecho, querido corazón?
De las oportunidades buen provecho has sacado,
Incluso dejando atrás jardines con lirios marchitados.
Lastimaste a cientos como tú,
Marcando permanentemente los lares en los que has estado.
Nadie te ha parado, pero de ser tú me andaría con cuidado.
Cerca o lejos, alguien espera y es mejor proceder con cautela.
De lo contrario, estimado corazón, quedarás atrapado en la pensión.
Pensión donde todo aquel queda relegado al puesto de olvidado.
Y pobre de ti en dicho caso,
¡Pues el olvido es lo único a lo que el perdón no ha llegado!
Texto que dio origen al poema: Rojo corazón (Adriana Petrigliano)
Poema del libro POEMAS DE OTRA. Curso: Tercer año de secundario.
Ustedes veían a la salvación del norte. Yo veía al mismísimo Lucifer. Adulaban sus luchas, su audacia, sus logros. Pero a mí me trató como lo hizo con sus peores enemigos, con escupitajos, gritos y zarandeos. La diferencia entonces, entre aquellos hombres que osaron desafiarlo y yo, es que al menos permanecí con vida.
Llegó en un día en el que el sol se preparaba para vestir su camisón de colores. El relinche de los caballos se escuchó desde afuera. Entre todas compartimos una mirada tensa, a la par que se nos erizaban los pelos de los brazos. Algunas tenían la oportunidad o el privilegio, si es que acaso había alguno, de escapar de esa situación. De recluirse en sus aposentos hasta los siguientes clientes que vinieran. Mi caso no era ese.
Mirna me lanzó una mirada que en nuestro lenguaje tácito significaba que me preparara. Sentada en un banquillo de madera que era necesario calzar para que no se inclinara, retoqué mi cabellera oscura fijándome en el reflejo de una cuchara de plata. El semblante se me arrugaba en una mueca de temor, inconscientemente las rodillas me temblaban debajo de la falda. El cuerpo empezaba a tomar represalias que me jugaban en contra.
Las voces se acercaban progresivamente, ya era posible escuchar con claridad las sandeces que se vociferaban entre sí.
Entraron al local enfundados en sus trajes de hombría, dando pasos firmes que levantaban el polvo del suelo, lanzando con la lengua palabras de lo más tajantes. En el grupo que formaban, la mayoría caudillos renombrados, destacaba él, portando orgulloso una sonrisa arrogante. Con una orden nos hicieron formar rígidas una al lado de la otra, tan impávidas e indefensas como crías de un ganado. Se pasearon por enfrente, observando detalladamente nuestros rostros. Él se aproximaba más que sus acompañantes, traspasaba cualquier límite, tocaba nuestros pechos sin pudor alguno. Terminada la revisión, se distanciaron para contemplar con detenimiento a la mercadería que tenían ante sus ojos.
Fue entonces cuando se abalanzó sobre mí. Haciendo honor a su apodo, me agarró por los hombros para después tironearme del pelo, arrastrándome por el piso. Debido a la sorpresa que me provocaron sus acciones grité como nos tenían prohibido hacerlo, en ese momento sellé por completo el destino que me deparaba. Mirna le señaló las piezas y dirigió sus pasos hacia allí, llevando consigo a la basura en que me había convertido.
Haciendo uso de una mínima parte de su fuerza, pronto conocería su verdadero potencial, me tiró sobre la cama. Los alambres rugieron bajo mi peso al aterrizar. Tenía las manos manchadas con la sangre que me salía de la nariz. Su mirada demostró que aquello lo había enfurecido. Desabrochándose el chaleco, sacó un trapo de un bolsillo y me limpió la cara con extrema brusquedad. Estaba segura que eso había incluso empeorado mi estado.
Se dio vuelta quitándose sus ropajes para dejarlos sobre una silla en el rincón de la estancia. Aproveché eso para alejarme hasta la cabecera de la cama. Me aferré a uno de los barrotes de hierro con la esperanza de no sentirlo, de que se desvaneciera entre mis dedos. Lo agarré como última plegaría a que aquello solo fuera parte de un sueño. Pero no lo era.
Porque ni en mis peores pesadillas podría haber maquinado a mi cerebro a crear una escena como aquella. Una escena en la que con una única prenda, ese salvaje me tomaba con sus manos nervudas como tenazas ardientes, marcándome la piel, dejando constancia de su paso por mi cuerpo.
Ni en mi peor sueño, habría imaginado el desprecio con el que me trató. Ese señor, aquella bestia, no me veía como una persona. Para él, yo era un objeto, uno con unas lindas tetas. Con una boquita de porcelana. Con un espacio entre las piernas para encajar a lo que consideraba lo hacía un hombre.
Texto que dio origen al relato: EL GENERAL Y LAS SOMBRAS (Patricia Lucero)
Publicado en Invitados a escribir III Curso: Tercer año de secundario.
Más que palabras en un papel Suelo ser visto como
El villano del cuento,
Cuando yo no soy más que
El ente que los contiene.
Tengo mucho más que eso
Y no es todo fatídico
Hay héroes y heroínas,
Si avanzas te encuentras en el apogeo de la contienda,
Pero no te diré si ganan o pierden,
Para descubrirlo,
Continúa conmigo.
Se ha dicho que no existen
Las máquinas del tiempo,
Pero eso
Es faltar a la verdad,
Porque yo soy una.
Con gallardía expreso esa capacidad,
Te queda decidir
Si acaso quieres probar.
Insisto, renuente a que
Desperdicies lo que deparo para vos,
Porque tengo miles
De tesoros para regalar.
Poseo ese don de la caridad
Y carezco de un
Semblante de humildad,
Pero al diablo con los modales,
Si te brindo cosas maravillosas
Podemos permitirnos ciertos detalles.
Si excusas de capital ponés,
Tengo para decirte
Que a la vuelta de la esquina
Es donde entre los estantes
Nos tenés de a montones.
No hace falta incurrir en la timidez,
Que a aquí no se mata a nadie con balas,
Sino que con palabras.
Puede que las rimas te aburran,
Pero no podés negar a que ayudan
Al hecho de que estés despierto.
Yo me voy despidiendo y
Desprendiendo de mi labia
Que ya he cumplido
Con mi trabajo aquí,
Ahora espero que cumplas con el tuyo
Con el que no has de rezongar,
Aunque dudo en que vayas a hacerlo
¡Si aquel libro estás por terminar!
Concurso de poesía 2019, Feria del Libro, La Rioja