Scidá Mariela

“Nacida y malcriada en la provincia de La Rioja, lectora desde los nueve años, escribo para contarme a mi misma las cosas que llevo dentro. Gané un concurso de poesías a los doce, y seguí escribiendo en cuadernos y agendas y en hojas blancas, que guardo y releo a veces.

Desde el año 2014 pertenezco al taller literario Los Imagineros, que coordina Adriana Petrigliano, creando de a poco este oficio que me apasiona y me trasciende.

Éste texto (“Las llenadoras de bañeras”) fue seleccionado entre varias producciones de escritores que acudían a talleres literarios y editado en la revista española ‘Cuentos para el andén’”.

Las llenadoras de bañeras

Antes de nacer, las madres se preparan, lo saben. Las madres son grandes, de caderas anchas, de andar pausado y piel muy pálida. Las madres las paren con paciencia y parsimonia mientras dejan caer agua en algún lugar cercano. Las llenadoras de bañeras nacen al sonido prístino, violento, claro del agua. Lloran y sus lágrimas inundan en esa primera colección, una vasija entera. Mientras van creciendo juegan con arcilla, algunas con barro y hacen una ceremonia al lavarse las manos.

Al cumplir los siete años, estudian la cristalografía de una gota de agua. Van observando como un hilo líquido se desparrama por la loza hasta formar un infinito charco. Ya más grandecitas, comienzan a tejerlos, formando charcos largos, medianos y cortos y perfeccionan el arte de mezclarlos con perfumes y sales. Tienen los codos agrietados de tanto sumergir los en las bañeras llenas para controlar la temperatura y se especializan en el mezclado de agua de mar y agua dulce.

Cuando una llenadora de bañeras muere, caen gotas violentas, descontroladas, en una maraña incomprensible de loza resquebrajada. El agua cae sucia, mezquina, destrenzada, haciendo un ruido exacto, en un lugar lejano.

 

El canto

En oscuras, a tientas, sentadas sobre un piso mojado de orina, de líquido amniótico, de placenta, nos buscamos las almas para no morirnos de frío, los cuerpos lacerados, dolidos, y cantamos, para no olvidarlos, en un murmullo que sube hasta que se escapen de esos muros y sean libres, cantamos presas, el nombre de nuestros hijos.

 

Texto que recibió mención especial en Concurso por la Memoria. Organizado por Secretaria de Derechos Humanos y Secretaria de Cultura de La Rioja Marzo 2020